jueves, 3 de febrero de 2011

4ª parte [Especial fin de año] by Bianchi [Todos con todos]

Ya la penúltima partee!!! La siguiente será la última ^^. Ya he tardado mucho con esto, lo sé XDD.


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Unos fuertes golpes sonaron en la puerta del local. Ryohei, quien se había quedado tomando algo de beber, se preguntó quién podía ser, pues el local estaba cerrado por fiesta privada. Dejó su vaso sobre la mesa y fue a abrir la puerta para decirle a quien quiera que fuese que se marchase.

-¡Oiiii! ¡Abrid la puerta! –se escuchó una potente y enérgica voz proveniente desde fuera.

-¡Oiiii! ¡Esto es una fiesta privada! –respondió Ryohei a voz de grito también.

-¡Estúpido! ¡Tenemos invitación! –gritó la otra voz.

-¡¿Invitación extrema?! ¡Entonces enséñamela! –replicó Ryohei gritando.

Abrió entonces la puerta de golpe y se encontró cara a cara con tres de los Varia: Xanxus, Squallo y Belphegor. Ryohei enmudeció, sin saber muy bien qué hacer con ellos. Squallo le plantó entonces la invitación en la cara.

-¡Vale! ¡Vale! ¡Podéis entrar! –protestó quitándose el papel de la cara-. ¡Pero cuidado con lo que hacéis!

-¡Oiiii! ¡¿Cómo te atreves a decir eso?! –replicó Squallo-. ¡Vas a enterarte de quién soy yo!

Squallo hizo ademán de ir a encararse con Ryohei pero Xanxus lo agarró del hombro y lo detuvo. Squallo miró a su jefe con cara de no entender, pero cuando Xanxus esbozó una sonrisa siniestra, supo que era mejor no interferir. Squallo retrocedió y Xanxus ocupó su lugar mirando fijamente a Ryohei, que no entendía nada.

-Pareces un chico fuerte –dijo Xanxus con una sonrisa-. Me pregunto hasta dónde eres capaz de llegar.

-¿Qué estás diciendo? –gritó Ryohei sin comprender nada-. ¡Yo soy extremamente capaz de llegar a donde sea!

-Me gusta ese fuego en tus ojos –Xanxus sonrió más aún con satisfacción-. Hace tiempo que no me  divierto en condiciones…

El jefe de los Varia avanzó hasta quedar a pocos centímetros de Ryohei, lo cogió por la camisa y lo levantó hasta que quedó a la altura de sus ojos. El boxeador se resistió como pudo, pero Xanxus lo había cogido por sorpresa. No tenía forma de escapar. A Ryohei no le gustaba la forma con la que Xanxus lo miraba, como si fuera un trozo de carne con el que poder jugar antes de comérselo. Detrás de él, Bel y Squallo lo observaban, divertidos, y luego fueron a inspeccionar la sala. Xanxus se llevó a Ryohei a un lugar más privado: la limusina de los Varia.

Entretanto, la ilusión que cubría a Mukuro, Ken y Chikusa llegaba ya a su fin con ellos ya vestidos. Justo en ese instante, entraban de nuevo Tsuna, Gokudera y Dino, los dos primeros con las mejillas sonrojadas y Dino con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Miró a su alrededor en busca de Hibari hasta que recordó que había quedado con él en la despensa. Se disculpó entonces con los demás y se adentró en el pasillo. Tsuna y Gokudera no se miraban a la cara. Entonces el décimo Vongola reparó en la mirada que Mukuro tenía fija en él. Había algo en aquel tipo que atraía incontrolablemente a Tsuna y que al mismo tiempo le hacía desconfiar. Mukuro era realmente un gran misterio por resolver.

Como Gokudera parecía estar sumido en sus pensamientos todavía, Tsuna avanzó en dirección a Mukuro, atraído por un aura de seducción que provenía del muchacho del pelo morado. Mukuro lo observaba acercarse sonriendo. Estaba solo, Ken y Chikusa habían ido al baño para lavarse un poco, con lo cual no hacía más que poner las cosas más fáciles. En cuanto estuvo a unos pocos metros de Mukuro, éste los envolvió en una nueva ilusión.

-Tardabas en venir a verme, Sawada Tsunayoshi –dijo, soltando su peculiar risita.

-Mukuro… -Tsuna parecía completamente hechizado por el ilusionista, y no era de extrañar, Mukuro era un hombre realmente atractivo-. Me sorprende que hayas venido a la fiesta.

-Chrome necesitaba tomarse un respiro –respondió el otro-. Y llevaba un largo tiempo aburrido… Sin ver todos.

-Entiendo –respondió Tsuna-. Yo también estaría deseando ver a mis amigos.

Mukuro esbozó una sonrisa. Amigos. Le hizo gracia escuchar aquello. Se levantó de la silla y se acercó a Tsuna, elminando la distancia existente entre los dos. Sus miradas se encontraron. Tsuna estaba como hipnotizado, Mukuro estaba complacido. Acarició el rostro de Tsuna con suavidad sin borrar la sonrisa de su cara. Deslizó la otra mano por debajo de su camiseta, acariciando su abdomen y su pecho con una suavidad que hizo que el Vongola décimo se estremeciese. El guardián de la niebla besó su cuello lentamente, haciendo que Tsuna se estremeciese en cada recoveco de su ser. Sabía que iba a ser un momento intenso como los que había tenido hace un momento.

Mientras tanto, en el baño, Ken había vuelto a quitarse la camiseta para examinar si tenía alguna marca en el cuerpo. Chikusa entretanto cerraba la puerta. Ken seguía mirándose en el espejo cuando Chikusa lo rodeó por detrás. El rubio se sobresaltó.

-¡¿Qué demonios haces?! –exclamó-. ¡Que hagamos eso con Mukuro-sama no significa que quiera hacerlo contig…!

No pudo acabar la frase porque Chikusa lo silenció con un beso.  Ken no se movió. Estaba arrinconado entre Chikusa y el lavabo, aunque si hubiese querido resistirse no le hubiese costado. Ken era demasiado orgulloso como para admitir que aquello le gustaba. Chikusa había sido todo para él desde que eran pequeños, igual que Mukuro. Ellos eran el único mundo que tenía, y a Chikusa no podía engañarlo.

Ken atrajo más a Chikusa hacia sí mientras el otro le acariciaba la espalda haciéndole estremecer. Ambos se dejaron llevar por el momento y se olvidaron de dónde estaban, de por qué estaban allí y de todos los demás que parecían estar ya de por sí entretenidos de una forma u otra.

En la despensa, al parecer Yamamoto ya ha terminado con Hibari. Este último aún no se ha podido incorporar ni subirse siquiera los pantalones. Yamamoto lo contemplaba satisfecho. Sin intercambiar una palabra más, cogió las cajas que su padre le había pedido y volvió a la sala de la fiesta, dejando allí a Hibari para lo que fuese que había ido en un principio.

Al entrar en la sala de la fiesta, se encontró con una sorpresa. Squallo se encontraba charlando con su padre, y al parecer se llevaban bastante bien. El espadachín no sabía cómo reaccionar, pero mientras pensaba, su padre descubrió  que había vuelto y le hizo señas para que se acercase. Tarde, Squallo ya lo había visto. No quedaba más remedio que ir y afrontar lo que fuese que se le viniese encima. Llevó la caja al mostrador, donde estaba su padre.

-Gracias, Takeshi –dijo su padre-. Tienes un amigo realmente simpático –añadió, refiriéndose a Squallo.

-Yo nunca dije que fuésemos amigos –replicó Squallo-. Pero bueno, la verdad es que hacía mucho tiempo que no nos veíamos.

-Ya… Claro… -dijo Yamamoto sin saber muy bien qué responder, aunque no borró su particular sonrisa de su cara.

Como Yamamoto estaba en su mismo lado del mostrador, Squallo alargó la mano y la introdujo dentro del pantalón del muchacho y acarició su miembro sin apartar los ojos de su rostro para observar la reacción del chico. Yamamoto no sabía qué hacer, pues su padre estaba delante y Squallo, divertido, parecía no querer soltarlo. Por suerte, su padre tenía cosas que hacer y no tardó en decirles que fuesen a dar una vuelta por el sitio. Yamamoto no tardó en alejarse del mostrador pero Squallo, quien todavía no lo había soltado, se situó detrás de él, rodeándole la cintura con el brazo libre.

-Busquemos un sitio más apartado –dijo, susurrando por primera vez.

-Va-vale… -respondió Yamamoto sin saber dónde meterse.

Optó al final por salir al patio, era el único sitio que se le ocurría y que estaba más cerca. Seguía nevando, pero no con fuerza. Podían pasar un rato allí sin que nadie los viese. Squallo todavía no lo había soltado, y Yamamoto sabía que aquello se le había puesto muy duro. Ya sospechaba cómo iba a acabar todo aquello. Squallo lo condujo hacia una esquina donde sería más fácil hacerlo. Lo arrinconó contra la pared y le bajó los pantalones sin dejar de masajear el miembro de Yamamoto, quien no sabía qué hacer, pues era la primera vez que tomaban el control sobre él de aquella forma.

Gokudera entretanto miraba con fiereza a Belphegor, quien no dejaba de sonreír.  El príncipe había logrado inmovilizarlo sin que él tuviese tiempo de darse cuenta con sus hilos invisibles, así que sus manos no podían alcanzar sus explosivos. Belphegor soltó su típica risita y tiró de los hilos para atraer a Gokudera como si fuese una marioneta. Gokudera quería resistirse, pero si tiraba demasiado en contra acabaría por cortarse con los hilos. Belphegor lo tenía todo planeado.

-El príncipe va a tener su caramelo –dijo Bel; acto seguido le lamió la mejilla a Gokudera.

-Maldito seas… -musitó Gokudera-. Acabaré contigo.

-Eso ya lo veremos –respondió Belphegor.

Con un rápido movimiento, ambos se encontraron en el suelo, y enseguida Bel se metió debajo de la mesa, tirando de Gokudera para meterlo a él también. El príncipe tenía ganas de divertirse, al parecer. Puso a Gokudera a cuatro patas y se colocó detrás de él. Gokudera no podía resistirse. Bel introdujo sus dedos en el interior de Gokudera, quien reprimió sus gemidos, pues había algo en la forma de actuar de Bel que le atraía. En cierto modo, quería ver cómo acababa aquello. Bel no tardó en bajarse los pantalones también y en acompañar a Gokudera en aquel momento de placer. Sus embestidas no eran suaves, eran constantemente fuertes, totalmente diferente a lo que Gokudera ya había probado, se le hacía casi imposible permanecer en silencio. No quería saber qué estarían pensando los demás que estaban en la sala, pero parecían estar todos bastante ocupados.

Tsuna ya estaba en el suelo, desnudo y abierto de piernas. Mukuro estaba haciendo realmente bien su trabajo. Tenía a Tsuna agarrado por las piernas y lo embestía suavemente mientras contemplaba su cara de gozo en el suelo. A ambos les caían gotas de sudor pero estaban disfrutando como nunca. Mukuro al fin tenía su preciado trofeo, Tsuna, mientras Ken y Chikusa disfrutaban de su momento a solas en el baño, como él sabía.

Ken había acabado postrado mientras Chikusa lo penetraba y jugaba con él. Los gemidos de Ken inundaban la estancia mientras Chikusa lo hacía lo mejor posible para que el otro disfrutase al máximo. Ken no tardó en sentir que se venía, y él y Chikusa lo hicieron juntos. Estaban sucios de nuevo, pero no importaba. Ken se tumbó en el frío suelo para descansar, y Chikusa lo hizo también, a su lado, abrazándolo. Aquel momento no podía ser mejor.

Mientras tanto, en la limusina, Xanxus abusaba con fiereza de Ryohei. Habían pasado ya de los calentamientos a la siguiente fase. Ryohei estaba por primera vez a cuatro patas, cuando de normal solía ser al revés, pero aun así no le pareció una experiencia desagradable, quitando que Xanxus lo trataba como si fuese un perro. El jefe de los Varia no se andaba con rodeos, sus embestidas eran fuertes y muy rápidas, y no dudaba en morder el trasero de Ryohei o arañarle la espalda. Era auténticamente feroz.

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