viernes, 31 de diciembre de 2010

[Gatito] by Lal [Hibari x Dino]

-Bueno, hoy es el último día de entrenamiento –Dino sonrió-. Romario, hoy no te necesitaré, puedes descansar junto a los demás.

-Pero, jefe… Usted no…

-Lleváis varios días sentados sin hacer nada, hoy os merecéis un poco de diversión.

Aún con el dilema de si quedarse o no por la torpeza de su jefe, acabó por irse con el resto de la familia Cavallone. Pocos minutos después, en el descampado del río sólo quedaron Dino y Hibari, uno en frente del otro a varios metros de distancia.

-Te moleré hasta la muerte –sentenció Hibari, sujetando firmemente sus tonfas en posición de ataque.

-¿Aún sigues con eso?

Sonriendo pícaramente, Dino sacó su látigo y se dispuso a atacarlo pero, como era evidente, sólo consiguió golpearse en su propia cara. Hibari, con una media sonrisa irónica y detonando superioridad, corrió y se abalanzó sobre él con la intención de golpearle. Sin embargo, Dino esquivó el primer ataque dando un paso atrás, aunque tropezándose con una piedra. Durante la caída, consiguió rodear con su látigo el cuerpo de su contrincante, inmovilizarlo y llevarlo consigo hasta que su espalda chocó contra el césped.

Ambos rodaron hasta que Dino se quedó encima de él, apoyando todo su peso sobre el cuerpo de Hibari para que no se escapara. Éste, al notar que sus rostros estaban exageradamente cercanos, giró la cabeza hacia un lado y evitó cualquier contacto visual.

Pero eso fue peor.

-¿Qué te pasa, gatito? ¿No te apetece divertirte un poco? –susurró juguetonamente en su oído, mordiendo su oreja con suave excitación.

Aquella debió ser la primera vez en que Hibari se ruborizaba tanto en su vida. Y lo que le pareció más indignante que encontrarse en esa situación, fue lo mucho que le gustaba aquel gesto. Detestaba la calidez y el rápido bombeo de su corazón que amenazaba con estallárselo, además de la súbita atracción que sentía hacia Dino.

Giró lentamente la cabeza hasta toparse con unos ojos marrones que, en ese momento, le parecieron hermosos. Sin embargo, mantuvo la mirada firme y seria, intentando no dejarse llevar por sus emociones.

-Suéltame y deja que te golpee has…–amenazó Hibari, aunque su voz se iba apagando a cada centímetro que el rostro de Dino se acercaba al de él hasta que, finalmente, lo calló con un beso apasionado.

Fue espectacular. Por primera vez, Hibari notó cómo la semilla del amor que Dino había plantado en su corazón desde el momento en que cruzaron sus miradas, florecía en ese mismo instante con todo su esplendor.

Y se odió por ello.

Hibari se removió con furia hasta deshacerse de él y de la tenaza de su látigo, levantándose y limpiándose los labios con la manga de su camisa. Guardó sus tonfas y dio media vuelta, dispuesto a marcharse como si nada hubiera pasado.

-Esto no quedará así –dijo, antes de irse-. Volveré, pero no te lo dejaré tan fácil.

-Eso espero –respondió Dino, satisfecho con su victoria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario